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Médico y sociedad

Juan Abarca, candidato a presidir el Colegio de Médicos de Madrid en las elecciones convocadas para este jueves, 18 de febrero, presenta algunas de las características que deben acompañar al ejercicio de la profesión e, incluso, a la propia institución colegial.

La medicina siempre ha sido una disciplina humanista por naturaleza, especialmente vocacional en tantos casos; pocas profesiones puede haber que requieran de tanta implicación desde la esencia y la intimidad de la propia persona como el hecho de ser médico.

Afirmaba Schopenhauer que “la salud no lo es todo; pero sin ella, todo lo demás es nada”. La salud, sin duda, es el aspecto que más nos preocupa a los seres humanos, por encima de otras necesidades más o menos efímeras; pero la salud, que depende en buena parte de la biología, de los hábitos de vida, del ambiente en el que se vive, también encuentra su relación con el propio sistema sanitario y, por supuesto, con el médico, que es quien ha de velar no solo por el paciente, sino también por su propio prestigio y reputación profesional.

D. Gregorio Marañón, médico humanista por antonomasia, puso de manifiesto en más de una ocasión la necesidad de velar por dicho prestigio profesional: “la Medicina vive de su indudable eficacia, cada día mayor; pero vive también y actúa beneficiosamente gracias a su prestigio (…), cuidar ese prestigio es obligación primordial de los médicos, sin más limitaciones que las que impone la salud del enfermo y la propia conciencia”. Por su parte, René Gerónimo Favaloro, reconocido médico cardiocirujano reconocido mundialmente por ser quien desarrolló el bypass coronario en el mundo con empleo de vena safena, abogó también en su conocido decálogo médico por el mayor respeto al médico de cabecera como icono de la relación personal prolongada en el tiempo con el paciente, su familia y su comunidad.

Situaciones cambiantes

Como consecuencia de los sucesivos cambios demográficos y sociales..,  vivimos un paradigma social con múltiples matices difícilmente comparable en nuestra historia

Como consecuencia de los sucesivos cambios demográficos y sociales vividos especialmente a partir de la segunda mitad del siglo pasado,  vivimos un paradigma social con múltiples matices difícilmente comparable en nuestra historia. Me refiero en este punto al incremento de la esperanza de vida, motivado, en buena medida, por el desarrollo global de la medicina y el envejecimiento progresivo de nuestra sociedad. Como consecuencia de ello, tenemos la presencia creciente del fenómeno de la cronicidad como eje vertebrador de una nueva forma de afrontar la ingente presión asistencial generada por la enfermedad y la eclosión y recrecimiento constante de la capacidad tecnológica y farmacéutica disponible, y, todo ello, dentro de una sociedad cambiante en valores, un sistema sanitario pletórico de derechos, pero carente de la consiguiente necesidad de comunicar las obligaciones inherentes a cada ciudadano en esta materia. Esta situación hace que no seamos conscientes en muchos casos del carácter finito de los recursos y del coste real de los servicios y bienes consumidos. En este sentido, hay un axioma en economía esgrimido por expertos y profanos: “frente a todo gratis, demanda infinita”. Y yo, modestamente, apostillaría: “ante la percepción de que todo es gratis y de que a todo tengo derecho, mi demanda es infinita”.

Como organización profesional que es, el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid debe velar no solo por los temas particulares que atañen a todos los profesionales…, sino que debe esforzarse en recuperar y proyectar la condición social inherente a una profesión que merece todo el respeto y reconocimiento de nuestra sociedad

Esta realidad plasmada por analistas, economistas y sociólogos reconocidos, junto a otros factores e intereses de índole política y social, han influido, sin duda, en que el médico haya sido el centro y objeto de una ingente, creciente y evidente presión en múltiples aspectos de su vida profesional y, por lo tanto, haya sufrido la incomprensión de unos y otros por medio de exigencias, algunas veces cargadas de vehemencia e incluso, ¿por qué no?, de petulancia y agresividad que llevaron incluso a la necesidad de que el Código Penal ampliara al propio colectivo médico el ámbito de los funcionarios protegidos como autoridad pública.

Reconocimiento social

En otro orden de cosas, pero siguiendo dentro del ámbito personal y profesional, el médico ha de ser entendido como un pequeño universo completo que ha de satisfacer todas sus necesidades vitales. En este aspecto, si atendemos a la controvertida pirámide de Maslow, en los dos últimos escalones figuran el reconocimiento social en términos de confianza, respeto, éxito, etc. y la autorrealización entendida como creatividad, resolución de problemas, aceptación de los hechos, etc. Ambas facetas caminan en la bipolaridad entre lo individual y el carácter social y colectivo de esta evidencia. En cualquier caso, lo que sí que resulta evidente es que si no queremos ahondar más en un síndrome de desmotivación progresivo en el que el “burn out” ahonde sus raíces, tendremos que comenzar a trabajar con profusión, especial empeño, ahínco y denuedo desde todas las instituciones que nos compete para atajar este grave problema que crece y nos invade. Y especialmente hemos de hacerlo desde aquellas organizaciones que resultan más próximas al profesional y a su entorno, como es el caso del Colegio de Médicos de Madrid, al que me presento como candidato a la presidencia junto a todo mi extraordinario equipo.

Dentro de este ámbito social al que me acabo de referir, el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid es una institución construida por los colegiados a lo largo del tiempo que debe gestionar e impulsar su reputación a través de todas las palancas que la conforman y, para ello, debe hacerse respetar a través de sus actuaciones tanto externas como de carácter interno. Debe ser una institución ejemplar para todos los colegiados, una organización que trabaje día a día con transparencia y honestidad en favor de todos ellos, eso sí, con la mirada muy atenta y orientada siempre hacia el ciudadano, procurando en todo momento por el bien común de toda nuestra sociedad que, al fin y a la postre, es a la que nos debemos siempre.

Defensa profesional

En este sentido, como organización profesional que es, el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid debe velar no solo por los temas particulares que atañen a todos los profesionales y que iremos abordando progresivamente, sino que debe esforzarse en recuperar y proyectar la condición social inherente a una profesión que merece todo el respeto y reconocimiento de nuestra sociedad, sin altisonancias ni estridencias, pero sí con la contundencia y la firmeza que requieren determinadas actuaciones y declaraciones que son contrarias a la propia idiosincrasia de la profesión. En este aspecto, el médico no ha de servir en ningún caso como pieza de cambio y ariete en favor de determinadas posiciones que defiendan exclusivamente intereses y prebendas particulares, que no tengan un carácter general, el médico a través de sus instituciones, en este caso el Colegio de Médicos de Madrid, debe defender sin dilación y con presteza a una profesión que merece todo el reconocimiento y apoyo, sin cortapisas, medias tintas ni ambages.

Juan Abarca Cidón

Médico y abogado Candidato a la presidencia del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid

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